El CD Tenerife necesita apelar al "espíritu de Gijón" para seguir en Primera
Agencia EFE
En el Molinón, el conjunto de José Luis Oltra, demostró ser un equipo de Primera División, consiguió por primer vez los tres puntos en una salida ganado por cero-dos (y pudieron ser más) y devolvió la sonrisa y la esperanza a toda una isla.
Para empezar, el día era raro, un marte y trece, y el sabor de boca dejado en su anterior encuentro con el Valladolid de Clemente, donde empató a cero, era amargo y mediocre.
Pero en Gijón el equipo fue otro, de repente sus jugadores se emplearon con músculo, con ambición y sobre todo con fe.
Sin saber porqué, empezó a brillar en el medio del campo un jugador que hasta la fecha, y llevamos ya 32 jornadas, no había aparecido; el argentino Román Martínez.
El futbolista cedido por el Espanyol, de quien los diarios tinerfeños se preguntaban "¿dónde había estado este tiempo?", se transformó. Se erigió en líder del equipo y creó juego, y más aún, marcó un soberbio gol tras parar el balón con el pecho en carrera.
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En el Molinón, el conjunto de José Luis Oltra, demostró ser un equipo de Primera División, consiguió por primer vez los tres puntos en una salida ganado por cero-dos (y pudieron ser más) y devolvió la sonrisa y la esperanza a toda una isla.
Para empezar, el día era raro, un marte y trece, y el sabor de boca dejado en su anterior encuentro con el Valladolid de Clemente, donde empató a cero, era amargo y mediocre.
Pero en Gijón el equipo fue otro, de repente sus jugadores se emplearon con músculo, con ambición y sobre todo con fe.
Sin saber porqué, empezó a brillar en el medio del campo un jugador que hasta la fecha, y llevamos ya 32 jornadas, no había aparecido; el argentino Román Martínez.
El futbolista cedido por el Espanyol, de quien los diarios tinerfeños se preguntaban "¿dónde había estado este tiempo?", se transformó. Se erigió en líder del equipo y creó juego, y más aún, marcó un soberbio gol tras parar el balón con el pecho en carrera.
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